Erica Bruzonick exhibe en su “Pierrot” lo hábil y experta cuentista que es, describiendo la resaca (ch aquí) de un magullado hincha atigrado que, con el fondo musical de Jaime Roos, va reconstruyendo los sucesos de los días anteriores (llevaba 2 de semi- inconsciencia) que han derivado en ese, cada vez mas vivido, dolor no solo físico.
Miguel Lundin Peredo (“Cuando Thor odiaba los goles de The Strongest”) refiere como Palomino Lamas descubre la identidad, sueca, de un asesino serial (ex jugador gualdinegro), que tenía como victimas a ignotos jugadores stronguistas del pasado.
Rodny Montoya, en su poema “Al Chupa Riveros”, deja su recuerdo metafórico-emocional del gran hincha inolvidable.
German Arauz Crespo, nos da una poco sutil “patada de bolivarista” con su “El Despertar”.
“El Oro de los Tigres” de Chirstian Vera, trayendo a cuenta un poema de Borges, hace una hermosa exposición de motivos por los cuales el hincha stronguista debe estar orgulloso de serlo; satisfecho de si mismo de toda la significación futbolística extra futbolística que implica el “ser tigre”.
Francesco Díaz Mariscal con su “De equipo no se cambia” trae a la memoria, por ejemplo, el juego de mini fútbol de las tapas coronas. En suma, es el la historia de la formación de un sentimiento germinal, el modo y las costumbres de un hincha que no se deja abatir por nada ni nadie, una de las tantas vertientes que confluyen a la misma pasión.
“Bloqueo” de Manuel Monroy Chazarreta, se aparta de la grandilocuencia e intenta una breve humorada imaginaria durante un bloqueo La Paz-Oruro.
Luís Serrano relata como “Maria” recuerda desde la distancia los anhelados sabores y olores del estadio Siles, en una tarde de clásico al ritmo de “Negra, zamba…”.
Paul Telleria, con “La Revancha” nos narra la posibilidad de una hermandad futbolera paceña (con un fin indeseable en este caso) que sobrepase los convencionalismos fútiles: como el rencor infantil o el amor por una mujer.
Carlos Vargas Guevara en “El Tigre y las cachinas” escribe sobre los recuerdos de un niño, presumiblemente orureño, entre elementos represivos e ingratos, y de cómo un tigre estampado en camisetas comenzaba un enamoramiento indefinido.
Inés Gonzáles Salas, retoma un tema recurrente en el libro: el devenir trágico del hincha stronguista en “El Chancho Colorado”.
Rene “Ciruja” Villegas, en un muy buen cuento “Chayñita de Acero”, relata la niñez de un hincha que premonitoriamente tuvo un encuentro místico con la chayñita en el, nuevamente doloroso, Viloco ’69; y como fue testigo presencial de la caída del avión de acero.
Ricardo Bajo cuenta en su “De cómo una mañana me convertí en Tigre”, su trayectoria emocional hacia/desde The Strongest, dejándonos en claro que a veces los por que sobran cuando del Tigre se habla.
Oswaldo Calatayud Criales, con “34 de Abril o la noche del siglo” deja un relato que, recordando un hecho puntual (el asesinato de un hincha stronguista), en lugar de acudir a recursos lastimeros nos invita a revisitar el lado combativo de nuestra historia, en un retroceso fantástico que incluye nuestra propia fundación.
Victor Montoya, “El Tigre de Achumani en el sueño”, escribió un cuento de corte infantil acerca de un tigre (de carne, hueso y técnica) goleador figura estelar.
Javier Badani Ruiz, con “El Hincha” nos cuenta como un padre (Demetrio Cayoja) puede desaparecer ante la vista de su hijo (Daniel) en una tarde de clásico desde la curva sur.
Liliana Carrillo, en quizá el mejor de los cuentos, escribe acerca de cómo una chica, contestona e inteligente, descubre que “No habia sido choli”.
Un libro excelente, emotivo por donde se lo lea, con pasajes de alta calidad y la participación de reconocidos escritores. Si uno es stronguista, es un deleite garantizado (excepciones mínimas que no deslucen la obra). Si uno es lector curioso solamente, igualmente encontrara en esta recopilación, un muy buen material de lectura. Si uno es bolivarista… ni modo “anhela lo que no puedes tener”.
Miguel Lundin Peredo (“Cuando Thor odiaba los goles de The Strongest”) refiere como Palomino Lamas descubre la identidad, sueca, de un asesino serial (ex jugador gualdinegro), que tenía como victimas a ignotos jugadores stronguistas del pasado.
Rodny Montoya, en su poema “Al Chupa Riveros”, deja su recuerdo metafórico-emocional del gran hincha inolvidable.
German Arauz Crespo, nos da una poco sutil “patada de bolivarista” con su “El Despertar”.
“El Oro de los Tigres” de Chirstian Vera, trayendo a cuenta un poema de Borges, hace una hermosa exposición de motivos por los cuales el hincha stronguista debe estar orgulloso de serlo; satisfecho de si mismo de toda la significación futbolística extra futbolística que implica el “ser tigre”.
Francesco Díaz Mariscal con su “De equipo no se cambia” trae a la memoria, por ejemplo, el juego de mini fútbol de las tapas coronas. En suma, es el la historia de la formación de un sentimiento germinal, el modo y las costumbres de un hincha que no se deja abatir por nada ni nadie, una de las tantas vertientes que confluyen a la misma pasión.
“Bloqueo” de Manuel Monroy Chazarreta, se aparta de la grandilocuencia e intenta una breve humorada imaginaria durante un bloqueo La Paz-Oruro.
Luís Serrano relata como “Maria” recuerda desde la distancia los anhelados sabores y olores del estadio Siles, en una tarde de clásico al ritmo de “Negra, zamba…”.
Paul Telleria, con “La Revancha” nos narra la posibilidad de una hermandad futbolera paceña (con un fin indeseable en este caso) que sobrepase los convencionalismos fútiles: como el rencor infantil o el amor por una mujer.
Carlos Vargas Guevara en “El Tigre y las cachinas” escribe sobre los recuerdos de un niño, presumiblemente orureño, entre elementos represivos e ingratos, y de cómo un tigre estampado en camisetas comenzaba un enamoramiento indefinido.
Inés Gonzáles Salas, retoma un tema recurrente en el libro: el devenir trágico del hincha stronguista en “El Chancho Colorado”.
Rene “Ciruja” Villegas, en un muy buen cuento “Chayñita de Acero”, relata la niñez de un hincha que premonitoriamente tuvo un encuentro místico con la chayñita en el, nuevamente doloroso, Viloco ’69; y como fue testigo presencial de la caída del avión de acero.
Ricardo Bajo cuenta en su “De cómo una mañana me convertí en Tigre”, su trayectoria emocional hacia/desde The Strongest, dejándonos en claro que a veces los por que sobran cuando del Tigre se habla.
Oswaldo Calatayud Criales, con “34 de Abril o la noche del siglo” deja un relato que, recordando un hecho puntual (el asesinato de un hincha stronguista), en lugar de acudir a recursos lastimeros nos invita a revisitar el lado combativo de nuestra historia, en un retroceso fantástico que incluye nuestra propia fundación.
Victor Montoya, “El Tigre de Achumani en el sueño”, escribió un cuento de corte infantil acerca de un tigre (de carne, hueso y técnica) goleador figura estelar.
Javier Badani Ruiz, con “El Hincha” nos cuenta como un padre (Demetrio Cayoja) puede desaparecer ante la vista de su hijo (Daniel) en una tarde de clásico desde la curva sur.
Liliana Carrillo, en quizá el mejor de los cuentos, escribe acerca de cómo una chica, contestona e inteligente, descubre que “No habia sido choli”.
Un libro excelente, emotivo por donde se lo lea, con pasajes de alta calidad y la participación de reconocidos escritores. Si uno es stronguista, es un deleite garantizado (excepciones mínimas que no deslucen la obra). Si uno es lector curioso solamente, igualmente encontrara en esta recopilación, un muy buen material de lectura. Si uno es bolivarista… ni modo “anhela lo que no puedes tener”.
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